Recuamos a 1886, numa época que já era proibido enterrar os mortos nas igrejas. Esta estória passou-se às 8 horas e 30 minutos do dia 15 de Fevereiro na igreja matriz de Melgaço.
Era
um funeral de um homem. As mulheres cavaram um buraco na igreja para sepultar o
defunto mesmo contra a lei. O administrador do concelho tentou impedi-las de
concretizar os intentos. Foi cuspido, pontapeado, sovado e escorraçado pelo mulherio.
Mandou chamar os soldados. O que se passou de seguida, foi bastante feio. Encontramos tudo contado
numa notícia do jornal espanhol “El imparcial”, na sua edição de 25 de
Fevereiro de 1886:
“Un motim de mujeres
A las
ocho y media de la mañana del 15 del corriente, celebrábase en la iglesia
parroquial de Melgazo (Portugal) un oficio fúnebre por el alma de un hombre. El
cadáver de este se hallaba sobre el tumulo levantado en el templo, y en el
templo multitud de mujeres amigas o vecinas del finado.
A una
señal convenida, doce de ellas se colocaron al rededor del féretro como para
darle guardia de honor, mientras otras, valiéndose de tablas y otros instrumentos
comenzaron á cavar la fosa que que habia de ser enterrado el cadáver.
Enterado
el alcalde de lo que en el templo ocurría, se dirigió allí aconpañado por
algunas personas; pero las mujeres comenzaron á bofetadas y á palos con ellos
hasta que los hicieron retroceder. Volvieron á la carga y pudo entrar en la
iglesia él alcalde, quien, metido dentro de la fosa abierta, invitó á las
mujeres á que se retirasen y dejasen que el muerto fuera enterrado en el
cementerio como prescriben las leyes.
Nueva
lluvia de bofetadas, mordiscos y tirones de pelo cayó sobre el infeliz alcalde,
quién, viendo que era imposible por la fuerza de la razón dominar y convencer á
aquéllas furia, apeló a la razón de la fuerza
para conseguirlo y mandó llamar á 14 soldados y un sargento.
«Soldados
— dijo el sargento, — no tirar contra las mujeres; servirse unicamente de las
culatas de las carabinas en caso necesario.»
Aquéllas,
más que mujeres demonios, lanzáronse furiosas sobre los soldados, á quienes
mordieron, arañaron y patearon. Unas cuantas arrastraron el féretro hacia la
fosa, y como á favor de esta horrible contusión
habían entrado en la iglesia algunos hombres, uno de éstos, padre del muerto,
agarró uno de los santos del altar, y sin considerar el sacrilegio que cometía,
furioso lo dejó caer sobre la cabeza
del sargento, cuya sangre manchó la cara de la sagrada imagen.
Desde
este momento el tumulto adquirió ya sertas proporciones, porque en él tomaron
parte los hombres armados con palos, hoces y revólvers.
Sonó
un tiro, y uno de los soldados cayó á tierra herido gravemente en la
cabeza, y otro soldado también fué herido por una pedrada en la cabeza.
Entonces
el sargento reclamó y obtuvo del alcalde permiso para proceder con energía y
hacer uso de las armas. Se hizo una descarga al aire, y esto exasperó a las mujeres,
que gritaban furiosas: “Tiran com pólvora seca! A ellos! A ellos!”.
Em
una nueva arremetida, las mujeres fueron hacia ellos en actitud amenazadora, y
entonces se oyó la voz de “Fuego”, alcanzando esta vez, las balas á un infeliz
que iba á sacar del tumlto á su mujer, quien
cayó muerto en el acto, y á otros varios que fueron heridos, entre los cuales
estaba la mujer que aquel desgraciado iba á buscar.
Como
los soldados tiraban á dar, el tumulto fué cediendo hasta que se pudo dar
sepultura al cadáver en el cementerio.”
Cabeçalho do jornal "El imparcial", edição de 25 de Fevereiro de 1886 |
Recorte da notícia trancrita (jornal "El imparcial", edição de 25 de Fevereiro de 1886) |
Fonte: Jornal "El imparcial", edição de 25 de Fevereiro de 1886, ano XX.
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