Desde
tempos antigos que os enterros se faziam dentro das igrejas. Em 1844,
é decretada, em Portugal, a proibição dos enterros nas igrejas,
uma lei que provocou a fúria entre as populações, particularmente
no Minho e que motivou a revolta da “Maria da Fonte”, em Póvoa
de Lanhoso.
Em
Melgaço, em 1885, apesar de terem passado mais de 40 anos depois da
publicação do decreto, as populações reagiam com muita relutância
à proibição dos enterros nas igrejas. Temos registos que provam
que em alguns funerais, as populações tentaram desobedecer à
lei e forçar enterros dentro dos templos. Em 1885, em Chaviães, no
funeral de um tal António Jachinto Gonçalves, do lugar da Igreja,
houve momentos de muita tensão e revolta. Um grupo de mulheres
revoltadas, elas próprias munidas de enxadas, ferros, etc, abriram
a cova e sepultaram o ente-querido dentro da igreja, tendo o padre
feito queixa delas às autoridades locais. Leia o que diz o assento
de óbito no livro paroquial, lavrado pelo pároco de Chaviães à
época, Bernardo Passos:
“Aos
dezasseis dias do mês de Maio do anno de mil oitocentos oitenta e
cinco, na caza de sua morada do logar da Igreja festa freguesia de
Chaviães, concelho de Melgaço, Diocese de Braga, faleceu, tendo
recebido os sacramentos da Santa Madre Igreja, um individuo do sexo
masculino, por nome António Jacintho Gonçalves, de idade de
cincuenta e oito annos cazado com Maria Manuella Alexandra, o qual
fez testamento, não deixou filhos e foi sepultado dentro da igreja
desta freguesia por causa da revolta de mulheres que, invadindo o
templo munidas de enxadas, ferros, etc, obstaram ao enterramento fora
da mesma igreja, e aqui abrirão ellas mesmas a cova e sepultaram o
cadáver, dando eu disto mesmo parte à autoridade administrativa em
meu offício de 19 do mesmo mês de Maio...”
Não
foi caso único em Melgaço. No ano seguinte, em 1886,
às 8 horas e 30 minutos do dia 15 de Fevereiro na igreja matriz de
Melgaço, houve
um outro episódio de grande tensão. Era
um funeral de um homem natural
de Prado.
Um
grupo de
mulheres cavaram um buraco na igreja para sepultar o defunto mesmo
contra a lei. O administrador do concelho tentou impedi-las de
concretizar os intentos. Foi cuspido, pontapeado, sovado e
escorraçado pelo mulherio. Mandou chamar os soldados. O que se
passou de seguida, foi bastante feio. Encontramos tudo contado numa
notícia do jornal espanhol “El imparcial”, na sua edição de 25
de Fevereiro de 1886:
“Un
motim de mujeres
A
las ocho y media de la mañana del 15 del corriente, celebrábase en
la iglesia parroquial de Melgazo (Portugal) un oficio fúnebre por el
alma de un hombre. El cadáver de este se hallaba sobre el túmulo
levantado en el templo, y en el templo multitud de mujeres amigas o
vecinas del finado.
A una
señal convenida, doce de ellas se colocaron al rededor del féretro
como para darle guardia de honor, mientras otras, valiéndose de
tablas y otros instrumentos comenzaron á cavar la fosa que que había
de ser enterrado el cadáver.
Enterado
el alcalde de lo que en el templo ocurría, se dirigió allí
acompañado por algunas personas; pero las mujeres comenzaron á
bofetadas y á palos con ellos hasta que los hicieron retroceder.
Volvieron á la carga y pudo entrar en la iglesia él alcalde, quien,
metido dentro de la fosa abierta, invitó á las mujeres á que se
retirasen y dejasen que el muerto fuera enterrado en el cementerio
como prescriben las leyes.
Nueva
lluvia de bofetadas, mordiscos y tirones de pelo cayó sobre el
infeliz alcalde, quién, viendo que era imposible por la fuerza de la
razón dominar y convencer á aquéllas furia, apeló a la razón de
la fuerza para conseguirlo y mandó llamar á 14 soldados y un
sargento.
«Soldados
— dijo el sargento, — no tirar contra las mujeres; servirse
unicamente de las culatas de las carabinas en caso necesario.»
Aquéllas,
más que mujeres demonios, lanzáronse furiosas sobre los soldados, á
quienes mordieron, arañaron y patearon. Unas cuantas arrastraron el
féretro hacia la fosa, y como á favor de esta horrible contusión
habían entrado en la iglesia algunos hombres, uno de éstos, padre
del muerto, agarró uno de los santos del altar, y sin considerar el
sacrilegio que cometía, furioso lo dejó caer sobre la cabeza
del sargento, cuya sangre manchó la cara de la sagrada imagen.
Desde
este momento el tumulto adquirió ya serías proporciones, porque en
él tomaron parte los hombres armados con palos, hoces y revólveres.
Sonó
un tiro, y uno de los soldados cayó á tierra herido
gravemente en la cabeza, y otro soldado también fue herido por una
pedrada en la cabeza.
Entonces
el sargento reclamó y obtuvo del alcalde permiso para proceder con
energía y hacer uso de las armas. Se hizo una descarga al aire, y
esto exasperó a las mujeres, que gritaban furiosas: “Tiran con
pólvora seca! A ellos! A ellos!”.
En
una nueva arremetida, las mujeres fueron hacia ellos en actitud
amenazadora, y entonces se oyó la voz de “Fuego”, alcanzando
esta vez, las balas á un infeliz que iba á sacar del tumulto
a
su mujer, quien cayó muerto en el acto, y á otros varios que
fueron heridos, entre los cuales estaba la mujer que aquel
desgraciado iba a
buscar.
Como
los soldados tiraban á dar, el tumulto fue cediendo hasta que se
pudo dar sepultura al cadáver en el cementerio.”
Fontes
consultadas:
-
Livro Paroquial de Assentos de Óbitos da Paróquia de Chaviães
(1866 – 1905);
-
Fonte:
Jornal "El imparcial", edição de 25 de Fevereiro de 1886,
ano XX.
Sem comentários:
Enviar um comentário